¿Te ha pasado alguna vez? Estás en una relación donde todo parece ir bien. Te quieren, te cuidan, te valoran… pero en el fondo de tu mente hay una vocecita persistente que dice: “Esto es demasiado bueno. Pronto se darán cuenta de que no soy suficiente.” Eso no es solo miedo. Es el síndrome del impostor en su versión amorosa, y es más común de lo que parece.
El impostor también se enamora
El síndrome del impostor describe la sensación persistente de no ser suficiente, incluso cuando las pruebas externas dicen lo contrario. Pauline Clance y Suzanne Imes lo identificaron en 1978 en mujeres con altos logros, pero hoy sabemos que también se cuela en nuestras relaciones íntimas. Cuando aparece en pareja, se manifiesta como una sospecha continua de que no merecemos lo que estamos viviendo. Que nuestra pareja ha cometido un error al elegirnos. Que si realmente nos conociera, se marcharía.
Puede tener múltiples orígenes: figuras parentales emocionalmente indisponibles, apego ansioso, haber recibido amor condicionado, o incluso relaciones pasadas donde se nos criticó o manipuló.
La terapeuta Terri Cole, en su libro Boundary Boss, señala que muchas personas con baja autoestima afectiva sienten que deben “ganarse” el amor constantemente. Eso genera un estado de hipervigilancia y agotamiento emocional.
La psicóloga Lisa Firestone explica que esta dinámica perpetúa un bucle de autosabotaje. Cuanto mejor te tratan, más te cuestionas. No puedes sostener el bienestar porque no crees que te pertenece. Y ese ciclo desgasta el vínculo, aunque haya amor sincero.
Herramientas para salir del bucle
El amor no es un premio, es una experiencia
Como dice Brené Brown: “La pertenencia verdadera no requiere que cambies quién eres. Requiere que seas quien eres.”
El amor sano no exige disfraces. Exige verdad, presencia y confianza. No es un premio, es una experiencia de aprendizaje que nos brinda la oportunidad de conocernos mejor. No estás aquí por error. No tienes que justificar tu lugar en el amor. Estás aquí porque eres tú. Y eso basta.